miércoles, 4 de mayo de 2011

SU AUSENCIA Y SU PRESENCIA

El destacado humanista Carlos Böker Huber nació el 28 de diciembre de 1929 en Düsseldorf, y llegó a Chile cuando tenía 1 año. A principios del siglo XX, la familia se radicó en Valparaíso, en el Cerro Alegre. Su padre era el representante para Sudamérica de una industria de acero que fabricaba la famosa cuchillería Arbolitos. Yo lo alcancé a conocer, por el año 48-49 cuando vivía en la calle Chiloé. Su abuelo, descendiente de familia de terratenientes y militares, desertó, por razones políticas, libertarias, de la marina del imperio austro-húngaro.

(EN LA FOTO: Don Sergio Vuskovic y Soledad Bravo)
Carlos estudió en el Colegio Alemán, y los últimos años de Humanidades, en el Liceo Eduardo de la Barra, ya que su padre también era progresista y lo retiró al ir apareciendo los primeros signos de apoyo a Hitler; después siguió Derecho en la Universidad de Chile de Valparaíso, participó en las clases de escultura de la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar, y profundizó sus conocimientos en la Universidad Católica, de Colonia, de Iowa, de Estocolmo y La Sorbona de París.
Como se puede ver, desde joven salió a recorrer el mundo, estuvo en Marruecos y Túnez, trabajando y estudiando, y en Argelia, Libia, Chad. En la publicación Tell Magazine del 10 de Mayo del 2002, afirma “soy un gran enamorado del desierto, y cuando uno es enamorado del desierto es inevitablemente, enamorado, también, del agua, que es el contrapeso”. Le preguntan “¿Por qué tan enamorado del desierto? – Porque viví mucho tiempo en el norte de África”, es aquí donde, en el crepúsculo de la tarde, la arena del desierto del Sahara se ve roja, y se hace patente la ausencia de agua. También vivió en Europa, en Asia, en Estados Unidos. Eso explica por qué es políglota: habla francés, inglés, alemán, sueco, italiano, árabe, ruso, hebreo y japonés, aparte del castellano. En su época debe haber sido el porteño que hablaba más idiomas, pero no sólo debe haber sido el porteño que hablaba más idiomas, sino también aquél que tenía una cultura más amplia y más profunda. La primera vez que lo escuché hablando en público, en 1948, en una asamblea de la Escuela de Derecho, en la que intervinieron varios estudiantes, él no sólo se destacó por la solidez de sus argumentos contra la mal llamada “Ley de Defensa de la Democracia” sino también porque no habló de pie como los demás, sino que se paseaba por la sala leyendo un fragmento de un libro, a la fecha desconocido en Chile, del intelectual uruguayo Rodney Arismendi, que se llamaba Para un prontuario del dólar, y en el que se hacía una apología de Estados Unidos. Lo notable es que el apologista era Al Capone. Eso me golpeó fuertemente.

Vuelto a Chile, entre 1960 y 1973 trabajó en diarios, radios y televisión, especialmente en Canal 4, especializándose en actualidad internacional. En tanto documentalista, realizó películas de temas sociales y sobre retratos de varias ciudades francesas y alemanas. Como autor teatral estrenó obras en Chile, Centro América y Estados Unidos. Fue autor de varios libros sobre cine, televisión y cuentos fantásticos. Sus últimas publicaciones 2010-2011 son: Mitos, Comunicación y Ética, Ens Perfectisimum, Mitos y Ethos, que tratan de la responsabilidad social del comunicador, de comunicación y sociedad, sobre límites y barreras de la comunicación, la objetividad y prejuicios, el deber de informar, la ficción en comunicación, influencias y manipulación, globalización.

De ellas queremos subrayar algunos planteamientos: “Un mercado libre de las ideas hará que, al conocerse todas las opiniones se llegue a la verdad /…/ los periodistas son utilizados como una herramienta más de los manejos bélicos, y la información hace suyas las máximas Goebbels, y de Stalin”.

Los que lo conocimos varios años sabemos que era de azul y penetrante mirada, hasta pícara, su aspecto era el de un hombre serio, aunque jovial. De joven practicó equitación y tenis, y de adolescente, boga, por el colegio, y atletismo por la Universidad. Fue culto, galante, vehemente, deslenguado pero refinado y amante de las bellas artes, entre ellas las mujeres, la música clásica, la estética, los animales y los árboles. Su mayor virtud fue la consecuencia, en todo sentido. De ahí que no nos debe extrañar el planteamiento que hace en uno de sus últimos escritos: “El mundo lo escudriñan filósofos y científicos, pero lo descubrimos a través de poetas, novelistas y artistas. Admiramos el milagro de la civilización incásica a través del poder evocativo de las Alturas de Machu Picchu, y es la ficción, es decir, la visión de Neruda, poeta, la que nos hace entender la grandeza de la naturaleza y la gloria y miseria del hombre”.

Una de las obras de arte más incógnitas creada por Carlos fue su casa en la loma de un cerro de Chorrillos, en que hogar y bosque se han compenetrado amistosamente durante 52 años, en 11 niveles, hay muchas ventanas, ventanales, vitrales, libros, recuerdos, plantas, flores, murallas con mosaicos, otras con iconostasios, o sea, colección de íconos figurativos sagrados propios de la tradición religiosa greco-eslava, y diversos árboles: palto, pitosporo, coligües, bignonias, enredaderas, además de los gatos y los perros. La DINA la ocupó y la saqueó durante tres años y medio, y en ella mataron a 18 personas. Al regresar a Chile en 1983 desde Centroamérica, Estados Unidos y el Pacífico, decidió reconstruir la casa, y a través de su vida lo logró, aumentado sus fuentes a 11, algunas de nombres muy bellos: De la doncella, De los murmullos, Santa Adriana, Santa Soledad, Segunda Fuente del Cielo, etc. También había una pequeña piscina en la cual se bañaba mi hijo Iván cuando niño, en los momentos en que Carlos y yo conversábamos en las mañanas de los días Domingo. Le podríamos aplicar a ella el concepto y el término creado por el poeta alemán Rilke de Weltinnenraum, que nos quiere decir que el espacio del mundo y el espacio interior del yo forman un todo armónico.

¿Qué forma tomará la ausencia de Carlos Böker Huber?

Su casa mágica – al que dedicó tantos desvelos y que quería ver transformada en una fundación universitaria, que se dedicara a impulsar las inquietudes artísticas e investigativas de jóvenes intelectuales – cómo sentirá su ausencia, sus piezas y sus cuartos lloran encerrados en sus sombras algo que les falta ¿y los perros, los gatos, las fuentes, los árboles por más que husmean no lo encuentran? ¿Qué fue de su amo? Sin embargo, aún permanecen las huellas de sus pasos. Como diría el gran poeta griego Janis Ritsos, nuestro contemporáneo: “Habitas ahora solo, enclaustrado / en el inmenso y desgarrador otoño de tu palidez postrera”.

¿Qué será de tus libros tantas veces acariciados?, ahora se llenarán de polvo y nadie los limpiará ¿o terminarán en manos de un comerciante? ¿Y el retrato de tu madre, por donde andará escondido ahora? Tal vez, al igual que nuestro gran poeta Rubén Jacob en su The Boston Evening Transcript, (y en que transcript quiere decir hacer un trasunto, o sea una copia, o un traslado fiel de un documento) continuarás: “pensando meditabundos / en cuán bella fue la vida / y cuán inútil / en quién no fue vecino y ausente a la vez”. Tú también te devuelves “ausentemente / como quién se volviera a despedirse con una venia”.

¿Qué forma tomará la ausencia de Carlos Böker Huber?

Lo que son las paradojas de la vida, parece que Carlos algo de esto baruntaba, y en la entrevista ya nombrada, dejó la que ahora es su postrera lección:
“Una mirada somera a la historia y a nuestro alrededor, nos demuestra que la igualdad del hombre es un mito. Por lo tanto, es una expresión de esperanza, más que de realidad. Nuestra fuerza como humanos está en la diversidad”.

Y de las citas de The Boston Evening Transcript hay que hacer, como en todas las cosas humanas, una corrección: la vida de Carlos Böker fue bella, pero, no inútil (lo mismo pasa con la de Rubén Jacob), y es por eso que nosotros insistimos en extraer vida del pasado, porque su ausencia vive en nosotros y con nosotros, y seguirá viviendo mientras la legión innumerable de sus ex alumnos y amigos se sigan recordando de sus enseñanzas y de la actitud de este maestro de vida, y además, su ausencia se transformará en presencia, porque perteneció a la inmensa humanidad que fue capaz de soñar grandes sueños para todos.






SERGIO VUSKOVIC ROJO